lunes, febrero 06, 2006

Los dibujos de Mahoma


Muchos pensábamos que las guerras religiosas eran cosas que solo se podían leer en libros de historia o novelas, o recreadas con presupuestos de millones de dólares en megaproducciones de Hollywood. Pero parece que no es así. La reciente crisis desatada en Medio Oriente por la publicación de unas caricaturas de Mahoma en un diario danés traen al siglo XXI una controversia iconoclasta propia del medioevo. ¿Es lícita la ironía cuando afecta valores religiosos? ¿Podemos aplicar los valores de tolerancia y libertad de expresión occidentales a otras culturas? Parecería que en el caso de los musulmanes esto no es así.
"No hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta" gritaban miles de exaltados ayer mientras quemaban la embajada danesa en Beirut. Ya lo decía el viejo Orwell en 1984, el Medio Oriente es y será un foco de conflicto al que Europa estará siempre atada.
Algo similar, salvando las distancias, sucedió aquí con la muestra artística de León Ferrari que abiertamente ironizaba sobre la fe católica. También sufrimos la intolerancia religiosa desde ambos lados del conflicto: los pro y los no tan pro. Por supuesto, esto es occidente, el beneficiario resultó ser el propio Ferrari que consiguió una notoriedad más allá de los valores artísticos de sus obras.
Recordemos, asimismo, el escándalo que provocaron en los EE.UU. los grandes afiches publicitarios de Benetton-Toscani en los ochenta donde se veía a una monja y un cura besándose o a un semental negro sobre una yegua blanca, o la serie sobre presos que sufrirían la pena de muerte. Ante la presión sufrida, Benetton decidió dar un paso atrás y modificar su manera de comunicar. Parece que la imagen tiene un poder de ofensa mayor que el de mil palabras.
El escritor israelí Amos Oz decía ayer en el Corrieri della Sera que la manera de enfrentar esa provocación es superarla, no censurarla y, en una especie de Ley del Talión literaria, argumentaba que se puede responder a la ironía con ironía. Me parece que mejor sería aplicar el perdón y la indiferencia, siguiendo aquella máxima oriental de que con paciencia se llegará a ver pasar el cadáver del enemigo.
Paz en la tierra para los hombres de buena voluntad.

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