viernes, mayo 12, 2006

Democracia y encuestas de opinión


Federico Rey Lennon es coautor, junto con Alejandro Piscitelli Murphy, del “Pequeño manual de encuestas de opinión pública”; La Crujía, (2004), 2° reimpresión, 2005.

En las actuales democracias, las encuestas de opinión se han convertido en una suerte de oráculo que políticos, periodistas y organizaciones de toda clase auscultan con reverencia. Ahora bien, existen una serie de repercusiones sociopolíticas profundas de las encuestas a las que pasaré revista.
1. Pesimismo democrático: Las encuestas están contribuyendo ha acrecentar el pesimismo de pensar que no vale la pena discutir nada, ya que la gente votará siempre en función de sus intereses y no variará su postura. Es evidente que políticos, periodistas y público en general a menudo asumen los resultados de las encuestas como preferencias inamovibles, estableciéndose una comunicación política resignada, determinista. Pero el pueblo es capaz y libre de cambiar sus opiniones, puede ser persuadido y también está abierto a la educación política.
2. Fomento del populismo: El incremento de las políticas populistas en los países democráticos guarda estrecha relación con la obsesión por las encuestas. Subir o bajar puntos en el “barómetro de popularidad” es considerado como un auténtico éxito o fracaso político. Los medios de comunicación se extienden en el comentario de estas cifras y los políticos modifican sus declaraciones y actuaciones en función de cómo les vaya en estos barómetros. Obviamente, la tentación es la política populista y el cortoplacismo.
3. El efecto de “agenda”: Porque conocer que la opinión pública centra su atención en una cuestión contribuye a que esa misma opinión, como en un espejo, se reafirme e incremente tal impresión. La comunicación política sufre así una fuerte supeditación temática a los asuntos que hayan sido seleccionados como punto de mira de las encuestas. Una especie de “tiranía de los encuestólogos”.
4. Banalización de las campañas electorales: Sólo interesa mostrar, como en una “carrera de caballos”, quién va primero en la campaña, quién segundo, etc.; o como marcha la imagen del presidente esta semana. En el mediano plazo, este efecto tiende a generar mayor grado de desinterés en la política.

En síntesis, las encuestas, a pesar de sus limitaciones, permiten una retroalimentación entre los gobernantes y los ciudadanos que difícilmente pueda darse a través de otros instrumentos. Pero, asimismo, vale recordar que el respeto de un Presidente por sus electores no se da en aquellos que se limitan a cambiar frívolamente de política en función del capricho de las encuestas, sino en aquellos que quieren conocer a través de éstas el sentimiento popular, para luego incrementar la explicación razonada de sus medidas de gobierno y objetivos políticos. Porque como decía un viejo refrán navarro: “Por cada mil ignorantes hay un sólo tonto”.

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